Mi nombre es José Antonio, soy originario de la Ciudad de México.
Actualmente soy religioso de vida contemplativa en el instituto "SACERDOTES AMIGOS DE JESÚS CONTEMPLATIVOS".


Con gran gusto compartiré algunos pasajes de mi vida. Por cierto, deseo dedicar este testimonio a los lectores de esta página www.gongaiturbe.com.ar recomiendo mucho esta página. Pido para todos los que visitan esta página la gracia de que disfruten de la amistad divina.

Como ya he mencionado nací en la Ciudad de México y allí recibí mi primera formación. Puedo decir que mi infancia transcurrió normal, cierto que era de personalidad introvertido pero ello en ninguna manera me era problema. Gustaba de la soledad en la que pensaba en el futuro, detallaba mis proyectos que en el futuro llegarían a ser realidad.

Mi vida estuvo fuertemente marcada por la muerte de mi padre y esto me obligó a trabajar y estudiar para salir adelante. Tengo desde pequeño un gusto particular por las matemáticas. De esta ciencia siempre he admirado su exactitud y la gran gama de aplicaciones que tiene en otros campos del saber. Cómo me encantaba su grado de abstracción y desde la infancia decidí realizar la licenciatura en matemáticas; esta decisión la sostuve hasta el fin.

Cuando acabé la primaria vinieron los estudios de secundaria sólo recuerdo mi afán de triunfos académicos y un fuerte anhelo de soledad. Fui admirado por mi inteligencia y por los frecuentes éxitos obtenidos en los concursos de matemáticas. La admiración de los demás me hacía muy feliz. En mi afán de ser siempre el mejor dediqué mucho tiempo al estudio aun a costa de mi salud. La vanidad me llevaba a casi aislarme de todos. Aun en el trabajo me daba mis tiempos para estudiar.

Una tía a la que yo quería mucho muchas veces me hizo notar lo mal que estaba haciendo al descuidar mi relación con los demás en hacer de la ciencia un dios. No le hice mucho caso.

Gracias a mis calificaciones y mis capacidades de aprendizaje a los 17 años me ofrecieron ser maestro, cosa que acepté con agrado. Me fue difícil la relación con los primeros alumnos por mi natural retraimiento pero sería los mismos alumnos los que al compartirme su vida me humanizarían más. ¡Qué lejos estaba de Cristo maestro de amor y ternura!

Por este tiempo me adherí al marxismo me parecían sus tesis acertadas y realmente consideraba que la religión era un opio para el pueblo, no sólo eso sino que critique a los sacerdotes a los que no viendo su condición de servidores del pueblo de Dios sólo me fijaba en sus errores. Hinchado de soberbia no veía en ellos la acción divina.

Por estas fechas se me presentó la necesidad de preguntarme sobre el sentido de la vida, el porqué de la muerte, la causa de tanta injusticia y otras tantas cosas que exigían de mi parte no una respuesta simplona sino profunda. Era sorprendente que el momento que más triunfos académicos tenía (acababa de ganar el primer lugar en un concurso de matemáticas) de pronto me sintiera bajo el peso de tan importantes cuestiones. Ni matemáticas ni marxismo pudieron dar respuesta a las interrogantes que me agobiaban.

Cierto día decidí caminar sin rumbo; agotado del cansancio y del sol intenso entré a una Iglesia y estaban leyendo un pasaje de san Mateo (6, 25- 34). ¡Fue una experiencia liberadora! Apenas acabó la misa me dirigí a la librería de la parroquia y compré un Nuevo Testamento mismo que leí con atención, ilusión y reverencia. Al llegar al Sermón de la Montaña pronto en mi interior broto una frase: ¡Esto es lo que deseo vivir, esto es lo que anhelo con toda el alma!

Desde entonces descubrí lo valioso de la amistad, lo hermosa que es la Iglesia y la noble acción de los sacerdotes a pesar de sus fallas. Dios toco a mi puerta y no me fue posible resistir.

Bendito sea Dios que me ha llevado de la mano por senderos cada vez nuevos. Dios mismo desde el principio de mi segunda conversión me ha proporcionado medios para responder a su amistad bendita. Los medios a que hago alusión son: 1) la santísima Eucaristía (recibida diariamente y la adoración a tan augusto sacramento), 2) la Palabra que ha sido para mí luz en mi camino y compañía en mis momentos de oración y leída en el contexto de la Lectio Divina no deja de darme luces para mi vivencia de cada día. Junto con su hija predilecta, la Liturgia de las Horas, la Palabra es para mí una constante catequesis para mi vida. 3) La Iglesia como misterio de la presencia de Dios en medio de los hombres ha sido mi escuela privilegiada de fraternidad. 4) La oración como respiración de amor, como platica o como estar fielmente aun en el silencio de Dios ha sido y es motivación principal para aspirar por sobre todas las cosas la unión con Dios y proyectar a los demás los frutos de esta unión.

Dios me fue preparando y pasado algún tiempo puso en mi camino la posibilidad de ingresar a la Vida Religiosa. Mi máximo anhelo era y es pertenecer al Señor, realizar en mi vida sólo su voluntad. Aceptar la consagración que Dios hacía de mi persona era el gran reto y para mí cosa no fácil. Optar por la Vida Religiosa implicaba una disponibilidad total y dejar todo por Él, ya que es difícil para Dios entrar en un corazón que no está vacío. Me decidí a ingresar y empezó para mí una bella aventura que sigue escribiéndose.

Mi vida contemplativa se desenvuelve alrededor de la adoración a la Santísima Eucaristía. La espiritualidad del Instituto Religioso al que pertenezco (SACERDOTES AMIGOS DE JESÚS CONTEMPLATIVOS) se centra en la Eucaristía en ella y desde ella nos sentimos lanzados a todos los hombres para anunciarles la Buena Nueva de que "Tanto amo Dios al mundo que le envió a su Hijo único". A este Santísimo Hijo de Dios recibimos y también a Él adoramos. Por Él y en Él elevamos nuestra incesante plegaria al Padre por el Espíritu. Nuestra piedad Eucarística es también eminentemente trinitaria. Por eso cuando nos arrodillamos ante la Santísima Eucaristía adoramos a las Tres Personas Divinas que son amistad en esencia.

Gracias doy a Dios porque al poner su mirada santísima en este mundo no ha encontrado una persona con más necesidad de su misericordia que un servidor, este regalo me viene de Él que en mi fragilidad quiere manifestar su poder, en mi ignorancia su sabiduría, en mi debilidad su fuerza, en mi pecado hacer resplandecer su misericordia.

Convencido "que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que anhelamos la ciudad futura". Junto a tantos hermanos en la fe caminamos con gozo bien consientes de nuestra condición de peregrinos y forasteros sobre la tierra. Caminamos convencidos de que "si la patria que añoramos es aquella de la que hemos salido, oportunidad tenemos de regresar a ella. Pero a lo que aspiramos es una patria mejor, la del cielo", allí de donde se dice que "Dios acampará con nosotros; seremos su pueblo y Dios mismo estará con nosotros. Enjugará las lágrimas de nuestros ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto ni dolor, porque todo lo antiguo habrá desaparecido"

Con todos ustedes deseo dar gracias al Altísimo porque eterna es su misericordia.

José Antonio, sajc.