TESTIMONIOS


 

Desde hace más de tres años, una vez por semana salgo, con otros muchos voluntarios (gracias a Dios y a María), a llevar comida a la gente que vive en la calle.

Es una experiencia que la recomiendo a gente de todas las edades pero, fundamentalmente, a esa tan linda y sana juventud que tenemos en nuestro país.

Es impresionante las cosas que se aprenden con este apostolado. Por lo pronto a valorar lo mucho que tenemos en nuestras casas y que, como las tuvimos siempre, muchas veces no las valoramos en la medida que debemos.

Y se aprenden muy importantes temas, porque esta manera de misionar no solo consiste en dejar un plato de comida, sino que también se conversa con esa gente que nos recibe la comida.

Desde ya que, a lo largo de estos años, me he encontrado con gente agradable y otra no tanto. Porque; y creo que es bueno comentarlo para aquella mucha gente que espero se anime, a partir de ahora a sumarse a nosotros (en la Iglesia de Las Victorias -Paraguay y Libertad- todos los días lunes a las 20,45 o en San Nicolás de Bari -Santa Fe 1352- todos los martes, miércoles y jueves, también a las 20,45); no todas son alegrías. Debo reconocer que he pasado mis malos momentos (ofrecidos al SEÑOR) encontrándome con gente alcoholizada o drogada. Pero, gracias a Dios, ÉL que siempre nos acompaña, siempre aparece en esos difíciles momentos, "inventando" algo para que nada nos pase, o podamos superar difíciles problemas.

Pero, afortunadamente, son muchos más las cosas lindas que nos pasan en esta acción apostólica. Desde gente que te agradece el solo hecho de escucharla... O aquella otra persona ves que te recibe con una cara de felicidad, cuando das vuelta a la esquina y te ve llegar... O aquella otra que solo te pide que ores por ella y por sus nietitos, creyendo que tu oración es más importante que la de ella... O los pequeños chicos que te reconocen y corren a abrazarte y besarte, felices de verte otra vez...

Y conocés personas que te parecen increíbles que estén en esa caótica situación de vida. Uno de ellos, por ejemplo, se llama Andrés,tiene 48 años y vive a un costado de la Facultad de Ingeniería (sobre Las Heras, casi esquina Azcuénaga). Siempre había querido tener una charla un poco más extensa con él. Y el martes 15 de enero de 2002, me animé y fui a verlo a media mañana.

Siempre me había sorprendido por su buena educación, nunca nos pedía nada (algunos te piden plata, otros algo de ropa, o un par de zapatos) y lo había visto con un tablero de ajedrez y hasta a veces, me dio la impresión que estaba explicándole alguna materia a chicos de la Facultad.

Me empezó a comentar que pertenece a una familia de clase media baja. Que de chico vivió con su madre y cuatro medio hermanos (tres varones y una mujer) en un departamento en Liniers y que toda su juventud transcurrió por el oeste de la ciudad de Buenos Aires, por Ramos Mejía, Morón y Haedo. Y que, también por allá, estudió Ingeniería en la UTN de Haedo, donde se recibió de Ingeniero Mecánico.

Que hoy en día, ya con su madre muerta y una muy mala relación con sus medio hermanos, vive ahí, sin pedirle un peso a nadie y que vive FELIZ.

Me contó que muchas veces lo invitan a darse un baño, a alguno de los departamentos de los chicos del interior, que ha hecho amistad después de explicarles o jugar al ajedrez.

Me dijo además, que todas las mañanas, lo primero que hace es leer un poco de la Biblia. Que ya la ha leído íntegra (Viejo y Nuevo Testamento) una vez y que ha empezado a leerla por segunda vez.

Espero que salgas vos, joven cristiano, a darle de comer a Cristo, personificado en todos esos pobres que duermen en las calles de nuestra ciudad. Espero haberte animado y que puedas convencer a tus muchos amigos.

CRISTO está hambriento, nos necesita, nos está pidiendo que le demos de comer, que lo escuchemos...

A CRISTO, NO PODEMOS

FALLARLE.

 

"Gonga" Iturbe.